domingo, 6 de octubre de 2013

RoxClor

Hacía mucho tiempo ya que “aquel que quita la esperanza” ha andado vagando por los campos llenos de pestilencia y desesperación, ya no quedaba nada en aquella tierra, solo polvo, carroña y huesos que aún echaban humo, aún después de los meses transcurridos después del gran fuego.  Aquella bestia se sentía desorientada pues ya no quedaba ser alguno al cuál quitarle la esperanza, los pocos yagurianos que quedaban, se habían refugiado en islas mar adentro, en lo que alguna vez fue conocido como el mar de los cristales debido a la refracción de la luz que hacían ciertos minerales en las piedras que se encontraban en el fondo, pero hacía mucho tiempo, aún antes del gran fuego, que las piedras fueron cubiertas con los restos de hombres y bestias arrastrados por los ríos de sangre que aquella bestia había creado debido a la avaricia, la estupidez y la falta de sentido por la vida de ciertos yagurianos y yagurianas.

Tal era el grado de desolación que la bestia ya no sabía, se preguntaba sobre sí misma, había perdido la razón de su existencia, veía un pasado borroso y no sabía visualizar con claridad el futuro, vagaba sin pensar, solo caminaba y caminaba, por las ruinas de imperios caídos ante su furia, ante su deseo de destrucción, ante su majestuosidad.  Parecía que la bestia había dejado de ser bestia, se preguntaba sobre sus acciones, sobre su naturaleza, sobre la furia y el placer que sintió cuando destrozaba los cuerpos de grandes osos, caballos, elefantes, yagurianos y yagurianas, desgarrando las costillas, los miembros de aquellas personas indefensas ante tal furia, ante tal fuerza.  Pensaba de qué habían servido todos esos actos en los que había creado los ríos de sangre sobre los cuales caminaba hoy en día, se preguntaba cuál había sido el sentido de todo aquello.

Una mañana, estando tomando el poco sol que las nubes de vez en vez dejaban que se colara por un claro, en aquél cielo negro por la ceniza y por el humo creado por el gran fuego, notó que se sentía diferente, notó como se volvió más ligero, notó como ya no necesitaba hacerse preguntas, porque había recordado.  Su cuerpo, su mente, su ser había vuelto a recordar, en aquél momento, aunque en un valle infestado por insectos carroñeros y por un olor que quemaba al respirar, vio todo transformado, vio de nuevo lo interesante de todo aquello, y entonces recordó lo que ahora tenía que hacer, en ese momento buscó un arroyo que no tuviera tanta muerte sobre él y bebió de aquel arroyo hasta quedar satisfecho, porque sabía que ahora empezaba un camino largo, levantó la cabeza, miró hacia las nubes donde había un claro que permitía ver el cielo azul, en aquel mismo momento, el viento le susurró al oído, como si de un amigo se tratara animándole a emprender el camino. 

La brisa levantó las cenizas del suelo, un pequeño remolino se creó cerca de donde él se encontraba y un rayo de sol hizo brillar algo en el suelo, el remolino de viento había descubierto un pequeño trozo de metal.  La bestia se acercó para examinar el objeto y en ese momento, aún más claridad vino a su mente empañada por años de desolación y depresión la razón de su ser y su siguiente paso, recordó incluso su nombre.  La bestia se llamaba RoxClor, el purificador.

Ahora todo se había vuelto a aclarar, había recordado.  Aunque su mente solo recordara aquella etapa sangrienta debido al impacto que había causado en él, recordó que su fin no era la maldad pura, su fin había sido purificar una tierra que se había contaminado, no sólo en la carne de los yagurianos y yagurianas, pero en su mente, y no sólo ellos, los animales habían perdido su instinto, ya no eran uno con el propósito, se habían hundido.  RoxClor había sido despertado a la fuerza por un grupo de yagurianos avariciosos que deseaban dominar la tierra, y dominarlo a él.  Al despertarlo, lo encadenaron, lo hicieron sufrir, lo hicieron llegar casi al punto de morir de hambre, su espíritu se rindió y cada día se iba llenando más de odio. 

Aunque era una deidad, al ser invocado al plano material, hay ciertas leyes que aún los dioses deben cumplir y que son inquebrantables, ahí fue donde aquellos yagurianos encontraron su debilidad y así fue como lo sometieron, pero su equivocación fue olvidar que aun estando atrapado en las leyes materiales, era un dios, y su fuerza venía de más allá y un día esa fuerza se desató.  Durante su tiempo dentro de aquella prisión que contenía todo tipo artilugios para mantenerlo encerrado, se dio cuenta de cómo el mundo se encontraba en un estado deplorable, se dio cuenta que la luz se había ido, que ya nadie quedaba con fuerza para amar la vida, su pensamiento cambió y empezó a crecer dentro de él el deseo de terminar con todo aquello que ya no era vida, que ya era algo sin propósito. 

Un día escuchó algo extraño, algo inusual de escuchar, ya que rara vez gente hablaba cerca de él. En una tierra lejana existía un anciano que vivía en una tierra donde al parecer aún prosperaba la vida de cierta forma natural, donde el anciano luchaba contra aquellos monstruos que deseaban lo que él tenía, pero que sólo lo querían para destruirlo.  Una furia creció aún más dentro de RoxClor y su deseo de conocer a aquél anciano hizo que la fuerza de su deidad reapareciera en una mañana que cambiaría todo, aquél deseo le dio la fuerza de mil elefantes de las sabanas, rompió cadenas y los artilugios no fueron suficientes para contener la furia, al final de cuentas, era un dios, y la furia que había estado guardando por mucho tiempo se desenfrenó y empezó la masacre de donde nacerían los ríos de sangre.

Recordó que su origen no es la destrucción, sino la purificación, y eso fue lo que hizo, aunque su mente se nubló por tanto odio y furia contra aquellos que lo llamaron para encadenarlo y contra aquellos que ya no vivían, sino que simplemente se dedicaban a destruir y ser destruidos, aquellos que ya no creaban.  Recordó que ahora su misión era encontrar a aquel anciano, aunque dudaba que estuviera con vida.  El trozo de metal que vio en el suelo, era algo que había visto dentro de la gran prisión donde se había encontrado y era, según los hombres que lo trajeron, el sello de aquel extraño anciano.  También recordó a duras penas al menos una fracción de la ubicación de aquel anciano…. En aquel momento empezó su largo camino hacia otras tierras, pero con la esperanza de traer nuevamente vida a aquel desierto de muerte y desesperanza. 


Así inició el camino de RoxClor hacia el anciano que había escuchado nombrar como El Parbatero del 
tiempo.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario